Un terreno en ligera pendiente, una normativa muy restrictiva, y la necesidad inmobiliaria de crear el máximo número de casas, son los puntos de partida de este delicado proyecto. Se plantea una reinterpretación de la normativa tradicional ceretana, ajustando aquellos aspectos que van en perjuicio del valor comercial de las viviendas finales. En lugar de casas adosadas en hilera, sin privacidad ni vistas, se fuerzan las posibilidades del lugar para dar cabida a cincuenta viviendas unifamiliares, con accesos y jardines privados. Para posibilitar las vistas desde las zonas de uso principal, se alternan las diversas tipologías estratégicamente, de forma que las montañas del entorno son siempre visibles por encima de los volúmenes vecinos de menor altura.

Este encaje cuidado al detalle, junto con la disposición de las viviendas buscando su privacidad, genera una promoción dinámica, donde cada vivienda es única, y sin embargo forman un conjunto arquitectónico homogéneo.

El lenguaje exterior combina la materialidad tradicional de la zona con gestos modernos, tales como las grandes jácenas de hormigón en fachada, que ejercen de barandillas. Además de aportar la textura del encofrado de cañizo, suavizan el impacto de las viviendas de dos plantas, y generan un hilo conductor entre las diferentes tipologías.