Lanzarote es sinónimo de volcanes, campos de lava, tierras negras y rojizas que contrastan con las tradicionales casas blancas, y el azul del mar y del cielo. Esta isla es la más singular del archipiélago de las Canarias, con una identidad fuerte que la hace única en el mundo, y que se debe leer también a través de su arquitectura.

El desarrollo de Lanzarote se ha realizado de manera sostenible y en armonía con el entorno, gracias especialmente a la labor del artista universal César Manrique quien, además de intervenir en el paisaje con su enorme talento, supo transmitir a sus paisanos el amor y respeto por su tierra.

Este proyecto quiere ser un homenaje tanto a Manrique como a los materiales tradicionales de la Isla, que se combinan a través de líneas contemporáneas, para generar equilibrio y armonía entre lo nuevo y lo viejo.

Una secuencia de muros paralelos apuntando al mar, con largos irregulares, es el marco sobre el que se construye este proyecto de restaurante y zona wellness. Las necesidades del programa llenan los espacios entre muros, generando una experiencia de sucesión de espacios y descubrimiento.

Las estancias quedan cerradas tan solo por ligeros paneles de vidrio, desdibujando el límite entre interior y exterior, y generando una conexión infinita con el mar al que miran.

Por último, el proyecto de paisajismo continua siendo un tributo a la vegetación de la zona, y su integración con el paisaje volcánico. La experiencia poética de este proyecto culmina en las cuevas blancas, pura esencia de Manrique, relacionadas con una lámina de agua que se fusiona con el mar.